Acabo de regresar de una reunión en la ciudad de Buenos Aires sobre el estado y los avances de los grupos de investigación apoyados por la Sociedad Max Planck en Latinoamérica. En esta reunión se planteo claramente que la colaboración entre Alemania y diferentes universidades y centros de investigación en Latinoamérica es muy positiva, y ha resultado en avances científicos importantes. Ya que la oficina de cooperación entre la Sociedad Max Planck y Latinoamérica va a dejar de operar en 2023, se discutió ampliamente la forma de continuar la colaboración y que se sigan destinando recursos para invertir en la ciencia latinoamericana. Esto es indudablemente muy importante, sin embargo también genera otras preguntas sobre la forma de cooperación científica internacional y sobre cómo deben las instituciones en Latinoamérica avanzar para estar a la par con instituciones científicas de otras regiones.
Aunque la inversión económica que han hecho instituciones de países desarrollados en la ciencia latinoamericana ha sido fundamental para crear una masa critica de investigadores y de infraestructura científica, esta inversión no es una forma de financiación científica sostenible en el largo plazo. La ciencia latinoamericana debe financiarse con recursos propios, generados por la actividad económica de la región, obtenidos a través del esfuerzo de los contribuyentes de impuestos y mediante principios democráticos que establezcan las lineas de financiamiento científico. De hecho, la mayoría de países latinoamericanos ya cuenta con sistemas de apoyo científico de esta naturaleza, pero con deficiencias importantes en cuanto a los montos asignados y la participación democrática y transparente en la asignación de recursos.
Solo mediante la creación de nuevas instituciones científicas, o la transformación de aquellas existentes, va a ser posible para los científicos latinoamericanos participar en la actividad científica internacional con igualdad de condiciones como la de los científicos alemanes y de otras naciones desarrolladas. Sin embargo la creación o transformación de estas instituciones no va a ocurrir de forma fortuita o por la iniciativa de los políticos latinoamericanos. Esto solo puede ocurrir mediante el trabajo de los que hacemos ciencia y conocemos los obstáculos y dificultades que nos impiden mejorar la actividad científica en nuestros países.
Las institutos Max Planck de Alemania son un modelo de referencia importante para la construcción de nuevas instituciones científicas latinoamericanas. Estos han demostrado cómo la inversión en ciencia básica no solo ha contribuido a resolver problemas importantes para toda la humanidad, sino también como la producción de ciencia básica se conecta con la solución a problemas aplicados. Sin embargo, el modelo Max Planck no es la única alternativa para diseñar nuevas instituciones. Universidades de primer nivel y asociaciones como La Academia China de la Ciencias, también pueden servir como modelo de referencia. En estas instituciones, las barreras para la producción de conocimiento son pocas y van desde el aporte de espacios, infraestructura y presupuestos generosos, hasta procedimientos administrativos que mantienen a los investigadores concentrados en su que hacer científico.
Los científicos latinoamericanos tenemos que estar preparados para aportar a la construcción de estas nuevas instituciones científicas, pero mi impresión es que no lo estamos. Aunque todos conocemos muy bien muchas de las barreras que nos impiden avanzar hacia una alta productividad científica, tenemos pocas ideas de exactamente que debe hacerse y cómo comunicarlo a los tomadores de decisiones. Y si alguien tal vez tiene esto un poco mas claro, no hay un consenso democrático transversal a diferentes instituciones y campos científicos. Una mejor coordinación entre los científicos locales de cada país es fundamental para transformar la ciencia latinoamericana y promover un cambio desde aquellos que actualmente se enfrentan con barreras institucionales para la creación de ciencia.